Cuando hablamos de heridas que hemos sufrido, todos pensamos en golpes, arañazos y en definitiva, daños usualmente físicos que hemos tenido que soportar en determinadas ocasiones, ya sea por accidentes, por peleas, por caídas, etc… Sin embargo, también hay otro tipo de heridas, las emocionales, las psíquicas, que nos pueden llegar a dañar tanto o incluso más que las físicas, puesto que muchas veces no se le da la misma importancia. Ocurre que cuando sufrimos esas heridas sencillamente lo dejamos pasar, tratamos de recuperarnos lo mejor que podemos y seguimos adelante, porque es más fácil fingir que estamos bien cuando el daño lo llevamos por dentro y no se puede ver en nuestro cuerpo al primer vistazo. Pero ese daño, esa herida, siempre deja huella.
La huella es precisamente lo que llamamos trauma, la consecuencia de una herida psíquica que nos ha producido un suceso o una serie de sucesos vividos en el pasado, que nos han marcado de manera definitiva y nos han provocado un daño importante en nuestra manera de pensar y sentir, daño del que todavía no nos hemos recuperado. El trauma puede venir dado de muchas formas, al igual que las heridas físicas. Podemos tener un trauma por llevar una infancia difícil, por haber sido golpeados durante esa etapa de formación, o simplemente por el ataque puntual de un perro que nos hiciera daño, y eso desembocara en un terror hacia ellos que supera todo lo soportable para nosotros. Los traumas son complicados de sanar, sobre todo si los obviamos y no le damos importancia, pero siempre hay formas de intentar superarlos.
¿Cómo puedo saber si tengo un trauma?
Una de las primeras cosas que debemos hacer si pensamos que tenemos un trauma es asegurarnos de ello. Ponernos en manos de un psicólogo siempre va a ser la mejor opción, pero hay veces en las que esto es algo más complicado, ya sea por nuestra propia forma de ser, o por la falta de liquidez para pagar la consulta. Muchas veces no hace falta siquiera ir al psicólogo, porque nosotros mismos, a poco que nos atrevamos a ahondar en nuestros pensamientos, nos vamos a dar cuenta de las heridas que tenemos, y entenderemos el trauma que podemos estar sufriendo. Cuando no somos capaces de enfrentarnos a algo o a alguien de una manera directa, porque tenemos un temor exacerbado que nace en un episodio del pasado, es muy probable que el trauma todavía nos siga afectando, y que tengamos que pelear contra él.
Cómo superar un trauma
Como ocurre en todos los problemas que afectan a nuestra mente, a nuestras emociones y pensamientos, el primer paso que debemos dar para superarlo es ser conscientes de que lo tenemos, de que estamos sufriendo ese problema y que debemos hacer algo para superarlo. Afrontar esa herida emocional no es sencillo, pero de lo contrario, como ocurre con las heridas físicas, ese daño se puede hacer cada vez más grande, infectarse y volverse aún más poderoso. Por eso debemos afrontarlo desde el primer momento, asumiendo que estamos pasando por algo difícil, yendo a la raíz del problema, que es lo más importante. Porque para entender un trauma hay que saber cuándo y cómo comenzó, de dónde viene, a qué se debe. Para la mayoría puede ser fácil hacer memoria y llegar a ese punto donde empezaron a sufrir ese daño. Otras personas, sin embargo, no recuerdan nada, bien por haberlo sufrido a una edad muy temprana, o incluso porque su propio cerebro, como medida de protección, les ha hecho olvidar ese recuerdo dañino.
Contar con la ayuda de amigos y familiares es también indispensable para poder afrontar con seguridad ese trauma y salir de él reforzados. A veces cuesta un poco contar este tipo de cosas, porque mucho piensan que van a ser tomados por locos, pero no tiene nada que ver con ningún trastorno mental ni nada parecido. Un trauma lo puede tener cualquiera, y de hecho, su incidencia es prácticamente aleatoria en hombres y mujeres, aunque es cierto que suelen darse mayormente a edades tempranas. Afrontar ese trauma para vencerlo significa asumir un trabajo de cambio de conducta, que vamos a tener que llevar a cabo aunque a veces nos cueste, y también entender que los sentimientos de culpa, miedo o frustración que tenemos no son justificados, sino que provienen de ese daño que debemos sanar.
Superar un trauma de la niñez
Una buena parte de los traumas que más nos pueden marcar tienen su origen en sucesos que ocurren durante nuestra edad temprana. El cerebro aquí todavía se está formando, y no somos tan maduros como para saber qué está ocurriendo siempre a nuestro alrededor. Somos, en muchas ocasiones, incapaces de afrontar ciertas situaciones traumáticas, y cualquier accidente, cualquier herida emocional, nos puede provocar mucho daño. Como aún no estamos preparados para procesar toda esa información, somos inocentes y confiados, los traumas pueden llegar a ser mucho más peligrosos a esa edad. Lo mejor es acudir a un especialista si pensamos que nuestro hijo o hija puede estar afectado por este tipo de problemas, para que el trauma no vaya a más.
Cuándo consultar a un especialista
De la misma forma que cuando tenemos un accidente y sufrimos un golpe fuerte o nos provoca una herida considerable acudimos al médico, nuestra decisión debería ser la misma cuando sufrimos uno de estos sucesos traumáticos que nos pueden dejar marcados para siempre. Los especialistas, normalmente psicólogos, nos ayudarán mucho a poner en perspectiva todo lo que está pasando, todo lo que estamos sintiendo. Nosotros siempre vamos a animar a cualquier a acudir a estos psicólogos, porque ellos son los que más saben de estos temas y mejor les pueden ayudar. Puedes intentarlo por tu cuenta, pero si ves que has llegado a un punto en el que ese trauma te está afectando demasiado, o no sabes cómo seguir adelante, la opción de acudir al especialista debería ser lo primero en lo que pienses.