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Historia

Tratados de Roma: esta es su historia

Europa vivió unas décadas catastróficas a principios del siglo XX, con dos Guerras Mundiales en apenas treinta años en su territorio, y numerosos conflictos armados en países del continente, desde Portugal a España. La paz parecía haberse instalado en buena parte de Europa tras la caída del nazismo, aunque muchos países todavía tenían regímenes dictatoriales en sus gobiernos. Sin embargo, la situación era mucho más halagüeña, especialmente en la Europa central y occidental, ya que en la parte oriental, más allá del Muro de Berlín, el dominio soviético se había extendido, creándose una barrera que diferenciaba claramente las dos Europas. Ante la devastadora situación que sufría el continente tras la Segunda Guerra Mundial, varios países entendieron la necesidad de crear vínculos fuertes entre ellos, para evitar otras catástrofes como las sufridas anteriormente y acelerar la recuperación del continente, tanto social como económica.

Es así como se pensó, por primera vez, en una especie de unión de estados europeos, al principio solo con interés comercial, pero que supuso la semilla de lo que hoy conocemos como Unión Europea. Después de hacer la guerra por su cuenta, o tener solo algunos aliados en el continente, muchas naciones entendieron que era el momento de unir fuerzas y mantenerse juntos, en ese nuevo mundo moderno que ya se auguraba, y donde Estados Unidos se había convertido en una potencia hegemónica, siempre en lucha contra la Unión Soviética, cuyo modelo de estado era temido por la mayoría de países europeos. Fue así como en 1951, y sobre la idea de ministro francés de Exteriores, Robert Schuman, se fundó la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, la CECA, con la firma de los tratados de París. Era el primer paso en la creación de una unión fuerte a nivel económico y social con países europeos, que tardó solo unos años más en darse, cuando se firmaron los Tratados de Roma en 1957.

Qué son los Tratados de Roma

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Los Tratados de Roma son considerados, junto con la creación de la CECA años antes, el punto de inicio de lo que hoy llamamos Unión Europea. Estos tratados fueron la piedra fundacional de ese proyecto a nivel continental que desde entonces se ha expandido y ha crecido muchísimo, siendo imprescindible para entender la realidad del Viejo Continente en las últimas décadas, y también la situación que se vive actualmente. Fueron dos tratados firmados en marzo de 1957 en la capital italiana, el primero de ellos para la fundación de la Comunidad Económica Europea, y el segundo para la creación de la Comunidad Europea de la Energía Atómica, que posteriormente se ampliarían con los años. Estos dos intereses, la economía y la energía atómica, eran los más importantes para los países europeos de la época.

25 de marzo de 1957

La firma de los tratados se llevó a cabo en Roma, el 25 de marzo de 1957, dando inicio de forma oficial a la Comunidad Económica Europea que luego se conocería como Unión Europea. Fueron tan solo seis los países firmantes de aquellos acuerdos originales. Por una parte, los países del Benelux, es decir, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, tres naciones pequeñas que estaban siempre en medio de las tensiones entre Alemania y Francia, y que buscaban ganar importancia y peso en la política continental con este paso. Franceses y Alemanes Federales también formaron parte de este proyecto desde sus inicios, ya que precisamente fueron los galos los que más interés parecían tener en sacarlo adelante. Por último, la Italia posterior a la caída de Mussolini también quiso entrar en esta Comunidad Económica Europea para mostrar su nueva realidad a un continente que seguramente todavía temía su viraje al fascismo.

Qué constituyeron los Tratados de Roma

La firma de los tratados por parte de los seis miembros originales presentes en Roma hacía referencia a dos importantes cuestiones. La primera de ellas era la creación de una Comunidad Económica Europea, que suponía la evolución de la CECA, ya formada años antes, y que estaba dando tan buenos resultados. Los países miembros buscaban la posibilidad de consensuar las políticas económicas y crear un mercado común para potenciar la producción, tal y como habían hecho en Estados Unidos décadas antes. Este sistema se basaba, sin embargo, en la concordia y la colaboración mutuo, no tanto en imponer leyes similares para que todos estuvieran participando en las mismas condiciones. La CEE se convirtió en el estandarte del europeísmo, y hoy, con el nombre de Unión Europea, sigue siendo una institución imprescindible para entender la realidad en el Viejo Continente.

La otra gran comunidad constituida gracias a aquellos tratados fue la Comunidad Europea de la Energía Atómica, que aludía a un tema de suprema importancia en aquellos años, sobre todo después de conocer el poderío tan brutal que este tipo de energía podía provocar. La energía atómica y nuclear se había convertido en el brillante futuro energético de todo el mundo, y tanto soviéticos como americanos habían desarrollado no solo armas, sino centrales capaces de generar energía a través de la fusión de los átomos. Para controlar este tipo de procesos y mejorar la situación global de Europa con respecto a las de las otras grandes potencias y regiones, los firmantes de los Tratados de Roma decidieron darle preeminencia a la energía atómica, de la misma forma que lo habían hecho años antes con el Carbón y el Acero, para buscar alternativas energéticas que permitieran sustentar el aumento de la producción que se pretendía conseguir.

El futuro de Europa

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Muchos años han pasado desde la firma de aquellos Tratados de Roma. La situación hoy por hoy en Europa es muy diferente, y es que han sido muchos los países que han querido entrar dentro de esta comunidad, hasta llegar al número de 26 actualmente, tras la salida de Reino Unido. Precisamente en los últimos años está creciendo una corriente antieuropoeista, liderada precisamente por los británicos, que decidieron salir de la Unión y que han puesto el dedo en la llaga, provocando que muchos países también estén pensándolo o haya pedido cambios en la estructura de los organismos europeos, para poder tener más presencia y no estar en una Unión a dos velocidades, o con dos categorías de estado. Es precisamente ahora cuando más se hace necesario el espíritu de aquellos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, donde Europa entendió que unida iba a ser más fuerte.